Después de servir casi 35 años como obispo, todavía me deleito celebrando el Sacramento de la Confirmación. Me encanta el tiempo que paso con nuestros jóvenes apoyándolos a medida que reciben las bendiciones del Espíritu Santo en este sacramento. Nunca me canso involucrándolos durante la ceremonia a través de preguntas y diálogo. Para mí, estos encuentros son realmente oportunidades importantes para enseñar, no solo a los niños sino también a toda la congregación que participa en este ritual de gracia.